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Los seres humanos somos expertos en esconder debajo del tapete nuestros fantasmas interiores. A veces porque el dolor es tal que preferimos evadirlo que enfrentarlo, otras veces por vergüenza, otras por culpa o por todas las anteriores. Ese mecanismo hace posible vivir el día a día con cierta comodidad, pero no ver el problema no es lo mismo que superarlo. De manera que los monstruos internos continúan afectando el estado de ánimo, la percepción de la realidad y la conducta en general desde la profundidad de la mente inconsciente. Esto no podía continuar así, por lo tanto, en 2018 la vida sacó del fondo del armario la mierda que teníamos almacenada, nos sentó a la mesa y nos obligó a tomar conciencia de cada herida y asunto a resolver. Evidentemente la mayoría hizo caso omiso, por lo tanto, en 2020 tuvimos otra oportunidad. Algunos aprovecharon el confinamiento, pero la mayoría eligió no hacerlo. Es así como llegamos a 2022, la última llamada para tomar en serio la depuración interior necesaria para salir de la prisión.